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Con-Fabulaciones para una Psicología desde el excluido

Gerardo Sánchez Ramírez[1]   

Facultad de Humanidades y Artes

Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA)

Resumen

En este ensayo se diserta sobre la posibilidad de desarrollar una Psicología desde el excluido en el contexto de los procesos históricos y modelos de desarrollo que en Latinoamérica hacen referencia a la modernidad y su incidencia en las concepciones y praxis en torno al fenómeno de la exclusión, se estudian estas praxis resultantes en la psicología en particular y se formulan algunas propuestas para construir una psicología desde el excluido en el marco del discurso posmoderno, partiendo de los referentes epistémicos y éticos planteados por la psicología social latinoamericana.

Palabras Claves: Psicología, Exclusión, Desarrollo, Latinoamérica, Modernidad, Posmodernidad.

Resumo

Nesta redação disserta-se sobre a possibilidade de desenvolver uma Psicologia desde o excluído no contexto dos processos históricos e modelos de desenvolvimento que na América Latina fazem  referência ao pós modernismo e à sua incidência nas concepções e praxes ao redor do fenômeno da exclusão, estudam-se ditas praxes resultantes da psicologia desde o excluído no marco do discurso pós moderno, partindo dos referentes  epistemológicos e éticos propostos pela psicologia social latinoamericana.

Palavras chave: Psicologia, Exclusão, Desenvolvimento, América Latina, Modernismo, Pós Modernismo

Abstract

This essay speaks about the dissertation on the possibility of developing a psychology from the excluded in the context of historical processes and development models that  in Latin America are alluding to modernity and its impact on the concepts and practice around the phenomenon of exclusion, these praxis in psychology in particular are studied and some proposals are formulated to build a psychology from the excluded within the postmodern discourse, based on the epistemic and ethical standards set by the Latin American Social Psychology.

Keywords: Psychology, Exclusion, Development, Latin America, Modernity, Postmodernism.


Introducción: Con-fabular para la esperanza

     

“Yo no sé si es posible, pero veo que es necesario”

José Ortega & Gasset

 

Cuando Fukuyama (1989) sentenció el “fin de la Historia”, muchos quisieron asemejar aquella declaración con aquel “dios ha muerto” de Nietzsche que sacudió las bases de la moral burguesa de una época pero la realidad es que pese al empeño publicitario de los centros de poder económico, político y mediático, esta frase solo marcó el inicio de un proceso ideologizador en todos los resquicios de la vida social pero en particular en los espacios académicos y en las ciencias sociales; el mismo, venía acompañado del escepticismo y relativismo posmoderno y de la ola neoliberal y globalizadora, realmente la justificaba, que en los 90 estaba por asaltar el mundo (Sanmartín, 1998 y Videla, 2000). De este entramado se derivó una ontología y epistemología particular, una metodología, una praxis que se naturalizó, se institucionalizó como verdad.

Hoy que los modelos de desarrollo económico capitalistas aplicados en el mundo entero hacen más evidentes sus contradicciones y directrices ocultas ajenas a la vida (Houtart, 2010); cuando los antes incluidos, participes y seguros ciudadanos del “mundo desarrollado” se ven súbitamente en situaciones de precariedad material, humana, excluidos y se muestran “indignados”; como por tantos siglos ha vivido la mayoría de la población de los países llamados “subdesarrollados”; ya no es posible sostener esos eslóganes, de finales de la historia o mundos libres. Por el contrario nos encontramos en la necesidad de retomar la dimensión histórica y cultural del ser humano como forma de entender los procesos y fenómenos en los que se encuentran inmersos, sus sufrimientos y  angustias, ya no sólo de los excluidos de siempre. Todo esto mientras los sistemas nacionales e internacionales de la economía y el poder, continúan sacrificando al ser humano por rescatar un banco, una empresa, un sistema económico.

Max-Neef lo ejemplifica de la siguiente manera en su conferencia de 2009 “El mundo en rumbo de colisión:

En el mismo momento en que la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, informaba en octubre del año pasado [2008] de que el hambre está afectando a mil millones de personas y estimaba en treinta mil millones de dólares anuales la ayuda necesaria para salvar todas esas vidas, en ese mismo momento en que ocurría ese anuncio, la acción concertada de seis bancos centrales, Estados Unidos, Unión Europea, Japón, Canadá, Inglaterra y Suiza, inyectaban 180 mil millones de dólares en los mercados financieros para salvar bancos privados. Y [como] si ello fuera insuficiente el senado de los Estados Unidos aprueba que se agreguen 700 mil millones más. Dos semanas más tarde se aprueban 850 mil millones más, y así continúa y continúa, hasta llegar a septiembre de este año [2009] en que la estimación conservadora del paquete de rescate alcanza a la suma de 17 trillones de dólares, es decir a 17 millones de millones [de dólares]…”…Ese es el mundo en que estamos. Un mundo acostumbrado a que nunca hay suficiente para los que no tienen nada, y siempre hay suficiente para los que lo tienen todo.

En este sentido los conceptos de marginalidad y exclusión social han devenido en dos categorías importantes para las Ciencias Sociales, que en palabras de Enriquez (2007) “no emergen en abstracto como si tuvieran existencia propia e independiente; sino por el contrario, se sitúan en un contexto socio-histórico concreto y están íntimamente ligadas a los modelos políticos aplicados en distintas épocas” (p. 58). Desde esta perspectiva dicho autor asocia su surgimiento a la concepción de “Modernidad”, entendida esta como un proceso relativo a la humanidad y en particular a los países, instados discursiva y políticamente a superarse a través del desarrollo económico para alcanzar “el Progreso”, encarnado en los modelos del Estado de Bienestar o Estado “Benefactor” de los años 60 a 70 y la del programa Neo-liberal y un Estado “malhechor” sobredimensionado e interventor de la libertad individual durante los 80 y 90.

Para América Latina estos modelos de estado y “desarrollo” económico propios de la modernidad, hacen referencia a su historia político-económica reciente, a los acontecimientos y movimientos políticos y sociales del siglo XX y a aquellos que a partir de nuestra entrada al siglo XXI han alcanzado el poder político como respuesta alternativa a estos modelos, generalmente desde una perspectiva crítica, en base a las Teorías de la Dependencia.

Es suficiente notar las evidentes coincidencias entre los principios ideológicos esgrimidos por las fuerzas políticas hoy en el poder en varios países suramericanos con Venezuela y Bolivia a la cabeza, y dichas teorías de la dependencia que a decir de Enriquez (2009):

Erigen sus cimientos sobre la base del neomarxismo académico de ciertos sectores progresistas de las universidades estadounidenses, las teorías del imperialismo, y el fecundo pensamiento social y económico latinoamericano gestado desde la primera mitad del siglo XX… la necesidad de los teóricos consistió en explicar e interpretar el por qué América Latina no adoptó un curso histórico que le condujese a alcanzar los niveles de desarrollo que difundieron la forma de vida capitalista industrial y encarnaron los valores de la llamada modernidad europea. El marxismo académico latinoamericano esbozó la idea de que en el desarrollo de la región incide una estructura económica mundial caracterizada por relaciones de dependencia que tienden a conformar un fenómeno específico como el capitalismo depen­diente (p.114).

En medio de este proceso socio-histórico, con sus particularidades políticas regionales, se han desarrollado diferentes concepciones de progreso o la falta del mismo; se han estructurado diferentes visiones de la marginalidad, la exclusión y sus causas; que a su vez han derivado en un movimiento general de la sociedad orientado a la superación o paliación, de las personas o grupos así catalogados, de su modo de vida precario. Las ciencias sociales en general, la Psicología y en particular la Psicología social latinoamericana no escapan a esta intención, que partiendo de nuestras realidades históricas, geográficas y políticas, busca ofrecer respuestas teóricas y prácticas sobre el problema de la exclusión, principalmente orientadas desde las teorías económicas y sociales de la dependencia ya mencionadas, basta hacer referencia a la propuesta de Ignacio Martin Baró de una Psicología de la Liberación (1986) y los trabajos de Maritza Montero en torno a la ideología, la alienación y la identidad nacional (1997).

En este sentido podemos distinguir tal como lo plantea Montero (1994), dos modelos en la psicología latinoamericana: un modelo que podemos llamar tradicional o dominante, inscrito en los propósitos y discursos de la modernidad con su promesa de progreso para los países “subdesarrollados”, que nos habla de una psicología que utiliza de manera predominante los métodos y teorías de los centros de poder económico, principalmente el norteamericano, que ha derivado en la concepción de un individuo aislado de su sistema social y su contexto histórico – cultural, lo que ha configurado una práctica hacia los marginados y excluidos desde fuera de los implicados y que terminaba perpetuando su condición, tal como alertaba Martin-Baró en los años 80 y que décadas después Sloan (2002) o Fuerte (2004) refieren continúa siendo el referente teórico, metodológico y académico de la psicología latinoamericana.

Por otro lado, se desarrolla de forma paralela desde los años 70 y 80 una psicología social comunitaria latinoamericana; marcada según Montero (2004) por su perspectiva crítica-construccionista y su integración con los grupos marginados a los que se orienta preferentemente para comprenderlos en su contexto histórico-cultural, desde esta perspectiva se entiende el problema del “desarrollo” ya no desde la modernidad y sus modelos de estado, sino partiendo de la teorías de la dependencia. Lo que implicaba a su vez un proceso de emancipación económica y cultural de los pueblos así como de la psicología sus teorías y métodos; esto representó un paradigma alterativo y autóctono pero que como refiere Gonzáles Rey (2004) no ha logrado aún establecerse como referente preponderante frente a los saberes legitimados por las academias y en el quehacer cotidiano de la psicología.

El presente trabajo tiene el objetivo, desde un análisis documental y teórico, de con-fabular (fabular juntos) para des-construir la propuesta de cómo sería hacer una Psicología desde el excluido. Para ello se abordará el tema de las categorías marginalidad y exclusión en su construcción dialéctica desde un contexto socio-histórico particular y su relación con las concepciones predominantes dentro de las ciencias sociales y la psicología en particular, aventurando algunas ideas sobre los motivos de la disminución de la influencia de la psicología critica y liberadora surgida en Latinoamérica para finalmente esbozar una orientación para la constitución de una psicología desde el excluido en la actualidad.

 

 Marginados, Excluidos y Olvidados

Señor que no me mira

mire un poco

yo tengo una pobreza para usted.

Mario Benedetti “Pregón”

 

Los conceptos de marginalidad y exclusión son productos de las teorías de modernización y desarrollo que se desplegaron en el mundo entero posterior a la Segunda Guerra Mundial, tal y como afirma Enriquez (2007) “en la literatura de las ciencias sociales, la noción de “exclusión social” es reciente, su primera aparición emerge con escaso impacto entre los científicos sociales a mediados del 60 y principios de los 70 en Francia, en los libros de Massé (1965) y Lenoir (1974)”. Dentro de este acontecer global, la América Latina de la posguerra pasó a ocupar un lugar preponderante como productor de materias primas, redefiniendo su acción en la economía mundial.

En este contexto surge la visión de que los países latinoamericanos se encontraban en una etapa particular de su evolución económica que se dio a llamar “subdesarrollo” (Molina s/f) y se establece como una necesidad el progreso bajo el esquema de producción capitalista y en concordancia con un modelo de estado que pasaría de “Bienhechor”(de Bienestar) a “Malhechor” (Neo-liberal) en diferentes momentos históricos y en los cuales se desarrollarían las categorías de marginalidad y exclusión contemporáneas, junto a  los modelos de comprensión y prácticas llevadas a cabo para enfrentar estos fenómenos asumidos como consecuencias de la modernidad (Enriquez, 2007).

A diferencia de Europa, donde la noción de marginalidad y exclusión era aplicada a pequeños grupos de la población no incorporados al sistema económico-social, en Latinoamérica hacían referencia a la mayoría de la población de aquella época (entre los años 60 y 90); por lo que se pudo evidenciar ya desde los primeros momentos de su conceptualización, la dificultad teórica-metodológica que derivaba de tratar de entender una realidad propia desde los parámetros de otras realidades sociales. En parte como respuesta critica a la concepción desarrollista, un conjunto de propuestas enmarcadas dentro de las llamadas Teorías de la Dependencia (Enríquez, 2009), que también tendrán su incidencia en las concepciones para entender y enfrentar la exclusión, tanto en los modelos políticos y de estado, principalmente aquellos que surgen en nuestra región a partir del declive del modelo neoliberal a finales de los años 90 y principios del 2000, así como en las ciencias sociales.

De tal manera que podemos suponer que cuando en Europa, entre los años 60 y 70, Massé y Lenoir (como se citó en Enriquez, 2007) desarrollaron el concepto de exclusión social para referirse a un pequeño grupo de la población que no participaba de los beneficios que la sociedad moderna brindaba en los países “desarrollados”, no hacían referencia a las grandes mayorías de excluidos de los países llamados “subdesarrollados” que en este sentido podemos acordar con Petras (2003:1), los marginados y excluidos en América Latina:

Son principalmente, trabajadores rurales sin tierras, indígenas y paisanos en minifundios o granjas de subsistencia, trabajadores urbanos desempleados o sub-empleados, trabajadoras domésticas, la masa de vendedores callejeros, obreros de la construcción temporarios, operarios de fábricas con contratos precarios, jóvenes que nunca tuvieron un trabajo estable. En otras palabras, más del 70% de la población de Ecuador, Bolivia, Perú, Venezuela, Argentina y el resto de América Latina.

Es decir que al hablar del excluido y marginado en Latinoamérica no hacemos referencia a pequeños grupos, sino a sectores sociales amplios que están “integrados” al sistema productivo, pero excluidos de la posibilidad de participar de sus beneficios, ya que están marginados de la riqueza y el poder que del sistema económico y social capitalista derivaban. Integrados a la sociedad pero de una forma marginal, excluidos en su reconocimiento social y de los beneficios del tan prometido progreso de la modernidad.

La marginación y exclusión social alude entonces a un proceso que como lo señala (Enriquez, 2007. p. 82) implica:

La imposibilidad o la dificultad que tiene una persona o un grupo social para acceder y participar activamente en la esfera económica, cultural y política de la sociedad. Como resultado de ello, los individuos o las comunidades no pueden pertenecer y participar plenamente en la sociedad porque sus vínculos sociales se debilitan o se rompen.

De aquel progreso que en consonancia con las teorías de la dependencia se impuso en los años 50 y 60 a los países latinoamericanos, impulsada desde los centros de poder económico mundiales y principalmente desde los estados unidos; como respuesta a los movimientos políticos de orientación marxista (principalmente representados por el triunfo de la revolución cubana en 1959) en el contexto de la guerra fría, y que se evidenció bajo la forma de un tratado de asociación que promovía un modelo de desarrollo dentro del sistema capitalista y en concordancia con los intereses políticos norteamericanos (Llaguno, 2010).

La Alianza para el Progreso (ALPRO) difundía una concepción ideológica cónsona con los objetivos de la modernidad y que podemos resumir en un fragmento del discurso de Kennedy el 13 de marzo de 1961 en la que promete un “nuevo mundo” y hace un llamado:

a todos los pueblos del hemisferio para que nos unamos en una Alianza para el Progreso, en un vasto esfuerzo de cooperación, sin paralelo en su magnitud y en la nobleza de sus propósitos, a fin de satisfacer las necesidades fundamentales de techo, trabajo y tierra, salud y escuelas (llaguno, 2010. p. 4)

Pero esto nunca ocurrió, bajo los modelos de desarrollo que imponían a los países latinoamericanos el papel de productores de materias primas durante los años 40 y 50 o los de modelo del Estado de Bienestar de los 60 y 70, muchos menos luego de la caída de la Unión Soviética con el desarrollo del capitalismo globalizado y la imposición del nuevo liberalismo económico durante los 80 y 90. Lo que era, a decir del paradigma critico, el resultado inevitable de la dependencia económico y cultural, de la imposición de modelos de desarrollo que beneficiaban principalmente a los centros de poder y no a los países de la periferia, de la explotación de estos países sobre los países subdesarrollados y de un sistema de explotación económica y distribución desigual de la riqueza lo interno, situación que no podía ser superada sin transformar el sistema social, económico y político (Enríquez, 2009).

Hoy, tras la vuelta de tuerca dado a los modelos llamados Neo – Liberales que trataron de imponerse en la región; una reformulación del modelo de Estado “de bienestar” que busca retomar las propuestas de desarrollo económico interno y romper con algunas formas de dependencia económica, han mostrado alguna eficacia en la disminución de la pobreza y mejora en los índices de desarrollo humano a partir del crecimiento económico en Latinoamérica (PNUD. Informe sobre Desarrollo Humano 2013).

Dicho informe recoge entre otro datos: que en los últimos años en los países Latinoamericanos se retrotraído la pobreza a niveles menores al 30%. La secretaria ejecutiva de la CEPAL Alicia Bárcena señaló según noticia publicada por el PNUD el 14-3-2013, que: “Las actuales tasas de pobreza e indigencia son las más bajas observadas en las últimas tres décadas, lo que es una buena noticia para la región, pero aún estamos frente a niveles inaceptables en muchos países”, entre los retos que aún están por afrontarse en la región, cabe considerar que si bien los ingresos de los grupos pobres aumentaron principalmente gracias a los salarios, se han acrecentado las brechas entre hombres y mujeres, de igual forma en la última década se redujo la desigualdad en materia de distribución del ingreso, pero este asunto sigue representando un reto para la región; las últimas estadísticas disponibles para 18 países indican que en promedio el 10% más rico de la población latinoamericana recibe el 32% de los ingresos totales, mientras el 40% más pobre percibe solo el 15%.

De tal manera que podemos inferir que los recientes procesos de cambio en las políticas económicas, así como en las concepciones de progreso que hoy se experimentan en varios países latinoamericanos, han resultado al parecer insuficientes para qué el fenómeno de la marginación y la exclusión no siga siendo experimentado por grandes grupos de la población. Adicionalmente dicho fenómeno parece retomar Europa, haciendo que aquellas mayorías antes incluidas se vean de un solo tiro obligadas a vivir en situaciones de marginalidad. Grandes grupos humanos siguen sin participar de los beneficios económicos y políticos, de un mundo que como ya hemos expresado, sigue a pesar de su comprobada ineficacia, concibiendo la noción de marginalidad y exclusión ligada a la idea de progreso bajo el modelo del capitalismo, que más allá de los cambios referidos sigue guiando los sistemas socio-económicos latinoamericanos y mundiales (Max-Neef, 2009).

Es de suponer que estas contradicciones, han generado que las nociones de marginalidad y exclusión se instauren con fuerza como categorías de análisis y acción en las ciencias sociales pero ahora asumidas, de forma abierta o velada, por los discursos oficiales de la economía, la política o las academias, como fenómenos inevitables, que a decir de Cortez (2002) haciendo referencia a Germani (1962) nos describen a aquellos que no participan de los beneficios, valores y modos de vida del hombre moderno, conformándose en un conjunto de grupos o personalidades marginados de la modernidad; lo que implica que en los países y sociedades “subdesarrolladas” convivirían casi de forma inevitable, un grupo moderno y otro “atrasado” que se valora como un obstáculo para alcanzar el desarrollo económico y social.

Hablar entonces de la exclusión implica como hemos visto, aludir los procesos histórico-culturales de base económica pero también psicológicos, que hacen referencia a todos aquellos marginados de eso que “La Modernidad” ha dado a llamar “El Progreso”; Fuerte (2004)  sintetiza algunas características psicológicas, a las que ya autores como Freire (Pedagogía del Oprimido, 1970), Montero (Ideología, alienación e identidad nacional 1984) y Martin-Baró  en su libro Psicología de la Liberación (1986) hacían referencia, entre los que destacan 5 aspectos:

  1. Desvalorización de sí mismo: Pasividad-dependencia, Actitudes vergonzosas.
  2. Pobre auto – estima: La negación (“No crea UD. que soy lo que soy”), Alienación (La gente de “bien” es el modelo). Discriminación, Se aproxima a los que tienen más y se aleja de los que tienen menos
  3. Autoritarismo: Está presente la tendencia a oprimir a los que dependen de ellos.
  4. Arribismo: Se piensa que la manera de obtener el éxito es adulando para ganarse el favor del que tiene el poder.
  5. Miedo y rechazo al cambio: Resignación fatalismo (“Soy y seré así”, “el destino lo quiso así”). Bajo nivel de aspiraciones. Una visión del mundo subsidiaria de la ideología dominante.

Por su parte, Arroyave (2010) desarrolla una propuesta para el desarrollo de una psicología de la exclusión, en la cual, haciendo referencia a un plano socio-psicológico, los describe como aquellas “alteridades negativas o alteridades del no-reconocimiento”, refiriéndose así a “aquel conjunto de individuos, minorías o no, que representan lo periférico, monstruoso, anómalo o rechazado por el pensamiento dominante social o cultural” Arroyave (2010:67); en esta definición apoyada en la “terminografia” posmoderna el autor describe una dimensión de la exclusión que si bien puede ser el resultado del proceso histórico y social hasta ahora descrito, nos hace referencia a una dimensión discursiva ajena a la modernidad que puede ayudarnos a comprender mejor esas “otredades” no reconocidas, que han irrumpido en el discurso de un paradigma alternativo al dominante en las ciencias sociales y la psicología.

Entendiendo esa “otredad” tal y como la refiere Sosa (2009) en un contexto donde describe como en la modernidad:

El sujeto periférico fue narrado y contado por otro, visto a través del otro y representado a través de los rasgos interpretados por otro. De esta manera se constituye el espacio del “otro”, la otredad, concepción que establece especificaciones puntales sobre la cultura del otro como la cultura periférica, el sujeto social que hizo su espacio cultural en los bordes…. La otredad como categoría de análisis en el entramado cultural latinoamericano es un producto que permite la visualización del sujeto periférico desde ópticas distintas, reconoce la ampliación del radio conceptual y la generación de nuevos planteamientos, desde una voz que adquiere competencias para resignificarse con un pensamiento antroposocial, que reconoce la existencia de diferentes niveles de la realidad regido por diferentes lógicas. (p. 360).

Encontramos entonces en los recursos conceptuales y las concepciones paradigmáticas de la posmodernidad, una manera de comprender y acercarnos a la exclusión desde una mirada distinta a la uniformidad inequívoca de la modernidad, que permite la construcción de un lugar desde donde acercarnos a esos “Otros” que no hemos mirado o miramos a la distancia o de reojo, que permite instituir espacio epistémico para las ciencias sociales en general y la psicología en particular, desde donde re-crear una psicología desde los excluidos pero sin que esto signifique dejar de lado el carácter dialectico de la subjetividad excluida y los procesos históricos y económicos en los que se desarrolla.

 

A manera de conclusión: ¿una Psicología desde el excluido?

“Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué.”

E. Galeano

Cualquier con-fabulación que contribuya a retomar la esperanza para desarrollar una psicología desde el excluido debe hoy reconocer las limitaciones tradicionales de la conceptualización de la exclusión y marginalidad desde los paradigmas de la modernidad; pero además debe dejar de lado el peligro existente en asumir la retórica discursiva de la posmodernidad como única forma de acercarnos al fenómeno de la exclusión.

Dicho peligro siempre será el de caer en aquella critica Foucaultiana de “psicologizar lo real” y con ello invisibilizar los procesos dialecticos, materiales e históricos de los que hemos venido hablando hasta ahora. Por ello más allá de reconocer en la definición de Arroyave (2010) una descripción válida para el desarrollo de una Psicología de la Exclusión como fenómeno adstrato, preferimos hablar de una Psicología desde el Excluido como expresión de esa “otredad” viva, real y sentida que sufre el proceso de marginación.

Como referimos, Foucault ya alertaba de este peligro en su obra Enfermedad mental y personalidad (1961) cuando haciendo una crítica a las terapias psicológicas en general y en particular al psicoanálisis decía: “El psicoanálisis psicologiza lo real, para irrealizarlo. Obliga al sujeto a reconocer en sus conflictos la desordenada ley de su corazón para evitarle leer en ellos las contradicciones del orden del mundo” (p.121) y luego refiere:

La verdadera psicología debe liberarse de esas abstracciones que oscurecen la verdad de la enfermedad y alienan la realidad del enfermo; pues cuando se trata del hombre, la abstracción no es simplemente un error intelectual; la verdadera psicología debe desembarazarse de ese psicologismo, si es verdad que, como toda ciencia del hombre, debe tener por finalidad desalienarlo. (p.122).

Construir una Psicología desde el Excluido implica reconocer el momento histórico y los sistemas sociales en los que existe el fenómeno de la exclusión, entendiéndolos desde una perspectiva crítica y trascendiéndolos, como opción ética y práctica que incida ciertamente en los procesos, no solo psicológicos, sino también materiales asociados a la marginalidad y la exclusión; ya que los mismos, tal y como hemos desarrollado, no hacen referencia a un fenómeno abstracto, inmutable y universal, sino que se han estructurado en función de un modelo económico, de desarrollo y discursivo que tienen su expresión en la vida precaria del marginado, ajeno al ejercicio del poder sobre su propia realidad y que deriva en su destierro, rechazo, invisibilización, estigmatización y hasta persecución de las subjetividades que lo instituyen.

Lo anterior expuesto implica la concepción dialéctica de los fenómenos psicológicos humanos, entre ellos el fenómeno de la exclusión material y subjetiva a la que se ha visto sometida un grupo de la población en función de las estructuras económicas y de poder dominantes en este momento histórico, que en lo esencial difieren solo en sus formas y el nivel de desarrollo de los sistemas que se estructuraron durante el siglo XX en Latinoamérica, y que por tanto nos refieren a una praxis que retome las tareas pendientes de la Psicología Social Latinoamericana y que han quedado aisladas y diluidas por el predominio ideológico y estructural del liberalismo económico. Implica hacer una psicología para los que no pueden leerla parafraseando a Galeano, retomar la des-colonización e independencia material y subjetiva de la psicología en primer término y de aquellos a los que se dirige, implica una opción ética y política; no dirigida a, sino desde los excluidos; para que dejen de esperar definitivamente en la cola de la injusta historia de nuestros pueblos latinoamericanos.

Implica con-fabular para una psicología construida junto a él excluido desde la postmodernidad, pero para trascender la posmodernidad misma. Para ello se hace necesario desarrollar un nuevo discurso y un nuevo compromiso ético y político re-legitimador, en medio de un mundo que ya se ha decepcionado de la modernidad y que ahora mira con la desconfianza y el escepticismo de la posmodernidad a todo aquel sistema que promete nuevamente “otro mundo posible”, se trata, no de un tránsito discursivo y pasivo de la modernidad a la posmodernidad, sino de un vivir activo y liberador que no lleve más allá de los discursos y practicas excluyentes de la modernidad y posmodernidad (Dussel, 2005).

Es hacer una psicología desde y para el excluido en un mundo de incertidumbre (ya no de certezas) pero que como refiere Houtart (2010) no significa ausencia de sistemas, paradigmas y opciones éticas y políticas en la ciencias sociales. Mucho menos cuando la humanidad se ve enfrentada a un sistema económico, el capitalismo neoliberal y la globalización, que considera: “la naturaleza como objeto de explotación y los seres humanos solamente valorizados en función de la competitividad individual en la producción de valor agregado y la capacidad de consumo” (ibid., p.52).

Lo que ha redundado en un conjunto de “alteridades” solo reconocidas en tanto y que productores y consumidores, mientras que el resto pasa a formar parte, a decir de Arroyave (2010:67), de esas “alteridades negativas o alteridades del no-reconocimiento”, haciendo referencia a aquellas personas o grupos que minorías o no, su praxis y discurso se muestras como ajenos al discurso dominante social y culturalmente compartido, y que contrastan con las “alteridades positivas o alteridad reconocidas….” donde ese “otro es considerado como distinto, pero, sin embargo, se le hace partícipe de una esfera simbólica, social o cognitiva dialógica, esto es, se le considera partícipe y parte de un mundo compartido o unido por una identidad colectiva o existencial” (ibd., p.67).

Se trata de hacer psicología desde esas “alteridades no reconocida” desde esas “otredades periféricas”, desde el excluido en lo material, cultural, político y discursivo; que a decir de Arrollave (2010:72) en su propuesta de una psicología de la exclusión “…es siempre una Psicología de la alteridad, pues se preocupa por explorar las prácticas y representaciones sociales de exclusión y sus consecuencias en la subjetividad del individuo…”. Lo que implica a decir de Fuerte (2004): “Cambiar el modo de pensar de los profesionales y especialistas, quienes contrariamente a suponer que sabemos lo que es mejor, debemos esforzarnos por entender la realidad de la gente que sufre”.

De tal manera, que con- fabular para una Psicología del Excluido, es elevar de nuevo el compromiso ético-político de la Psicología latinoamericana, pero superando los conceptos progresistas, universales, lineales y deterministas de la modernidad;  re-definiéndolos desde este mundo de incertidumbre y complejidad, asumiendo recursos teóricos y narrativos de los enfoques construccionistas, post-constructivistas y críticos pero sin que esto implique desvanecerse en lo ideal (ideológico) sino reconociendo la dialéctica entre lo psíquico y lo material histórico-cultural. 

 

Referencias

Arroyave, E. (2010). Aproximaciones A Una Psicología De La Exclusión. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, Vol 2, No 1. Colombia. Consultado el 12 de enero, 2014, de http://www.funlam.edu.co/revistas/index.php/RCCS/article/view/99/93

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Dussel, Enrique. (2005) Transmodernidad E Interculturalidad (Interpretación desde la Filosofía de la Liberación). Asociación de Filosofía y Liberación (AFYL). Consultado el 12 de junio, 2014, http://afyl.org/transmodernidadeinterculturalidad.pdf

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Freire, P. (1970). Pedagogía del Oprimido. Consultado el 9 de diciembre, 2013, de http://www.servicioskoinonia.org/biblioteca/general/FreirePedagogiadelOprimido.pdf

Foucault, M. (1954) Enfermedad mental y personalidad. Paidós, Buenos Aires, 1961.

Fukuyama, F. (1989). ¿El Fin de la Historia?. Publicado originalmente en la revista The National Interest, está basado en una conferencia que el autor dictara en el John M. Olin Center for Inquiry into the Theory and Practice of Democracy de la Universidad de Chicago, EE. UU.  Consultado el 22 de enero, 2014, de http://www.bioetica.org/umsa/produccion/fukuyama.pdf

Fuerte, L. Psicología de la marginación. SocialLiberabit. Revista de Psicología [en línea] 2004, ISSN 1729-4827. Consultado el 13 de octubre, 2014, de http://redalyc.org/articulo.oa?id=68601006

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Houtart, F. (2010). El camino a la utopía desde un mundo de Incertidumbre. Fundacion editorial el perro y la rana. Tercera edición. Caracas, Venezuela.

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[1] Venezolano. Lic. En Psicología, MSc. en Orientación. Docente en categoría Asistente e Investigador de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, UCLA.  Venezuela, Edo. Lara. Correo electrónico: gerardosan73@gmail.com